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Sueño-Chimenea en San Asensio

Texto elaborado para Boletín de Invierno GEA. Asociación de Estudios Geobiológicos de España
Diciembre 2023

Habitar de manera temporal un lugar despliega los ajustes que el cuerpo realiza ante los estímulos de ese nuevo entorno. Se trastocan nuestros rituales cotidianos. Nos enfrentamos a diferentes hábitos alimenticios. Es difícil conciliar un sueño reparador y las posibilidades de recordar lo soñado se afectan. Entonces ¿cómo imaginar lo que le sucede al cuerpo cuando habitamos un espacio durante períodos más largos?

 

Llevar la atención a la respiración permite conectar con las estrategias desplegadas por el cuerpo para percibir. Respirar se vuelve la posibilidad de abrazar lo incierto y, en el regazo de esa incertidumbre, nos queda el reconocernos a través de las otras maneras en que buscamos percibir a la Tierra. Establecer un acuerdo mental, buscar la neutralidad del ser, reconocernos como un pu-n-to (puente) tubo, saberse inmersas en la conciencia colectiva, las imagino como ese poner la atención en la respiración, ese darse cuenta de aquello que nos moviliza y nos invita a honrar el ser canales. 

 

Nazareth Castellanos menciona a Santiago Ramón y Cajal para referirse a que podemos ser escultores de nuestro propio cerebro cuando llevamos la atención a la respiración. Me motiva pensar que esta atención esculpe el cuerpo entero y, que desde allí, nos disponemos a atender a las interacciones que se configuran entre nuestro ser y todo aquello en que estamos inmersas. Entonces, los acuerdos mentales que establecemos con nosotras mismas se despliegan y se tejen en conciencia colectiva, sin diluirse en expectativas ni prejuicios. 

 

Quizá, mediante apertura y empatía, podamos tener otros puntos de vista y nos permitamos conectar con algo que ya hemos experimentado, probablemente como montaña, agua, árbol, aire, hormiga, flujo subterráneo…, ya sea porque lo fuimos o porque su presencia resuena en nosotras como las ganas de sonreír cuando vemos una cría; o la expansión de la piel bajo el rayo de sol en una escarchada mañana de invierno en búsqueda de corrientes de agua o de chimeneas cosmotelúricas; o como la fluidez de la voz cuando al decir gracias sonreímos y miramos a los ojos de quien nos ha abrazado con un gesto de cariño. O, quizá, en la potencia de cuando alguien nos escucha con todo su ser.

 

Indagar en la Geobiología me ha traído a este encuentro, a este llamado de entrar en sintonía con una formación sostenida por la potencia de la presencialidad. Me invita a respirar y recordar el porqué estoy acá; a recordar que lo que conozco del mundo es gracias a la atención que pongo en la maneras en que interacciono con él, y que lo que no conozco se me revelará en la medida en que expanda mi disposición a tejerme en colectivo, porque en compañia el mundo se vuelve un lugar de múltiples aproximaciones del cuidar, del velar por encontrar las zonas sanas para restaurar nuestra existencia. 

 

Nos agradezco porque atendimos a este llamado, porque nos entregamos al vuelo de una experiencia que nos pondrá a hacer lo que nos corresponde, y lo que esté a nuestro alcance, en esta existencia, que en tanto humana es tan solo un punto en la escala temporal del planeta, pero que deviene infinita en dicha cuando se procura el bienestar del otro. Seamos un pu-n-to-puente-tubo, entre el centro del planeta y la inmensidad del cosmos, en cuya vibración-respiración está sumergida la nuestra.

 

Gracias por cada una de sus sonrisas, sus abrazos, sus silencios, sus respiraciones.

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